martes, 21 de octubre de 2014

La esperanza es pasajera

- ¿Oiga y mañana qué va a hacer? ¿Se va a colar en Transmilenio?
De inmediato me negué, siempre me he apegado a las leyes de la misma forma en que me apego a los otros usuarios del sistema en hora pico. Y sin dar ni recibir nada de esto último.

Mi perfil de Transmilenio no me da para ir en contra de las normas básicas de convivencia. Soy ese pasajero al cual las señoras de avanzada edad sienten la necesidad de desahogar sus frustraciones.

Intento no hacer contacto visual con ellas, pero es inevitable que me vean como aliado de su verborrea ininteligible en contra del sistema. Y no es que les haya cedido mi asiento, simplemente asiento con mi cabeza a lo que dicen. Después de todo las entiendo, es que soy fácil de querer.

Me niego a colarme en TransMilenio, porque no es lo correcto, no es la forma de mostrar inconformismo, pero principalmente porque si lo hiciera me sorprenderían en el acto.

Es un temor que tengo desde la infancia cuando la gran mayoría hacía algo indebido y sin consecuencias. Y justo cuando me dejaba llevar por la presión social al que castigaban era a mí. Es cierto, soy un incompetente cuando se trata de hacer trampa.

Que lo de mañana no es colarse, es 2x1, es que Transmilenio está en oferta, es “happy hour” en Transmi. Simples eufemismos para evadir la realidad. Lo de mañana es un intento de hacer trampa.

Las mejores intenciones viajan junto las peores, mientras la violencia es pasajera y a la vez nos conducirá a un punto del cual jamás podremos regresar: el origen del primer brote zombie en la ciudad. Es Transmilenio, el sitio donde uno pierde la esperanza en la humanidad en un solo viaje.

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