lunes, 22 de octubre de 2012

El país de mis afectos

Este no es un país inviable, es un país sin afecto. Ese el problema de Colombia. Su gente está en una búsqueda constante de afecto. Y el hecho de no conseguirla es la que provoca tanta agresividad y violencia. En resumen, somos unos malcriados consentidos que pedimos a gritos un poco de afecto.

Hay numerosos estudios que apoyan esta tesis que hoy presento, sin embargo me voy a remitir a un ejercicio certificado por la universidad de la vida. Si usted es de los que se suben a un Transmilenio sin importar lo repleto que está y acepta esa fricción constante con cada parada. Y por parada me refiero cuando el articulado se detiene en cada estación. 

Si usted hace esto mismo pero esta vez en un ascensor. Si usted es de los que en un parqueadero opta por estacionar al lado de un vehículo habiendo espacios vacíos. Si usted es de los que transita en un centro comercial y va chocando a lado y lado con los otros consumidores. No se preocupe. Todo esto es normal. Porque lo que usted necesita es afecto.

Todos esos roces, esas fricciones, son solo síntomas de lo que su cuerpo y corazón necesitan. Un poco de afecto. Un poco de cariño. La paz no se va a conseguir con perdón y olvido. La paz se obtendrá con una maratón de abrazos. Porque un abrazo cambia el mundo, porque con este gesto borraremos todo lo que nos separa y nos fundiremos en un solo cuerpo. Hagamos el amor y no la guerra dirían unos, abracémonos dirían otros, yo digo que nos friccionemos todos en un articulado.

Les dejo esta postal a aquellos incrédulos que no creen en el poder de un abrazo:


domingo, 7 de octubre de 2012

Saber elegir

No es terquedad ni ingenuidad, es simplemente estupidez pensar que las redes sociales liderarán una revolución política. Eso no sucede en el trópico, en este lugar del mundo donde son nuestras propias decisiones las que nos condenan.

Elegimos a un lustrabotas y les exigimos a nuestros vecinos saber elegir, ese es nuestro exotismo que nos lleva a merecer los dirigentes que tenemos. Y aún así les exigimos a nuestros vecinos que elijan bien. Si no somos capaces de ordenar nuestra propia casa, ¿con qué cara podemos solicitarles a nuestros países vecinos que elijan bien?

Es cierto que somos un país sin memoria, por eso es tiempo de recordar a aquel senador que no tenía ni un céntimo para tanquear sus carros. O ese diputado antioqueño, al que le parece que meterle plata al Chocó era como perfumar un bollo. O ese senador que se negó a una prueba de alcoholemia, aduciendo que era un irrespeto hacia un funcionario publico como él.

El irrespeto es exigir a otros de lo que carecemos. Y eso es saber elegir. Son ellos los que nos van a enseñar. Y dejar el orgullo de pensar que somos más que los demás. Porque las redes sociales no lograrán resarcir los errores que los individuos cometen. Porque estos personajes que nos representan son lo que nos merecemos. Porque los elegimos.

Desde que elegimos a un lustrabotas para concejal de Bogotá cualquier cosa puede pasar y nada nos debe sorprender. Ni siquiera ser tan colombiano como exigirles a otros lo que no somos capaces de hacer: saber elegir.