domingo, 16 de septiembre de 2012

A las orillas del tiempo

Estoy esperando en las orillas del tiempo. No sé si es muy pronto, o muy tarde. Igual acá estoy esperándote.
No sé cuánto tardarás, simplemente quiero escuchar que me digas: "Me encantas". Y ser feliz, haciéndote feliz hasta que me lo permitas.

Sin embargo el camino para llegar a la tranquilidad que da saber que hay una reciprocidad es complejo. La calma debe partir de la confianza en uno mismo. Saber que lo que uno haga y diga es porque simplemente fluye.

Al ser una persona lógica y prevenida quisiera encontrar aquella que lograra reducir ese sistema de defensa. De forma tan natural que no me diera cuenta. Que desaparecieran los miedos a sufrir, por el simple hecho en que arriesgarme a construir algo juntos resulte mucho más valioso que negar esa misma posibilidad.

Todo sendero tiene su parte empinada. Los caminos rectos son los que conducen a la muerte. Después de todo entre más curvas tenga la montaña rusa, mayor es la emoción.

Encontrar a la persona que saque lo mejor de ti es importante. Y que extraiga todos esos valores de forma tan natural que uno mismo se convenza del verdadero ser que uno ha negado durante tanto tiempo. Dejando así el orgullo a un lado y actuando de forma que lo emocional predomine por encima de lo racional.

Sigo esperando en las orillas del tiempo, dispuesto a tomar una decisión. Hacer todo lo que está a mi alcance para que te des cuenta de lo que estoy hecho. O lo tomas o lo dejas. Esa será tu decisión. No me dijiste "Me encantas", simplemente pronunciaste, "yo te quiero a ti". Y así supe que ya no estaba en las orillas del tiempo. Ya había llegado a mi destino.

Sin embargo, no es simplemente desembarcar para saber que encontraste lo que tanto buscaste. Es necesario ir más allá y confirmar lo que en el fondo sentías. Esa certeza se dio aquel día en que me dijiste que me amabas. Y me dijiste que te encantaba. Cumpliendo así lo que en un principio visualicé. Haciendo realidad un sueño. Demostrando que las palabras tienen poder. Y que a pesar de estar a las orillas del tiempo, siempre llegarás a tu destino.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Pedaleando

Cada vez que pedaleo lo hago hasta que se me acaben las fuerzas. Antes lo hacía sin destino alguno. No había un rumbo. No había una meta. Simplemente pedaleaba por el sencillo placer de llegar lo más lejos posible y luego regresar por el mismo camino.

Recorría un sendero que no escogía. Me dejaba sorprender por cada curva que encontraba. El reto llegaba con cada kilómetro recorrido. Cuando el camino se elevaba y me exigía pedalear con más fuerza así lo hacía. No me rendía. Pero me faltaba un destino.

La velocidad y el esfuerzo no importaban. No me medía. Quería conocer mi límite. Y así fue. Empecé a tener confianza en mí mismo con cada etapa que completaba. Pero eran tramos que se repetían unas veces y otras no guardaban relación alguna. Hacía falta tener un circuito para entender el trayecto completo. 

Todo cambió de la misma forma en que uno puede encontrar nuevos y retadores obstáculos en el camino. Fue como encontrar la guía que me fue encaminando hacia esa ruta, ese circuito que tanto anhelaba.

Me sentía preparado para este nuevo reto, desde hacía mucho tiempo venía practicando. Kilómetro tras kilómetro iba mejorando mis tiempos. Conocía cada vez más mis fortalezas y mis debilidades. Y en cada ocasión me enfocaba en mejorar mi rendimiento.

Estaba entrenando para esa carrera final, ese gran torneo, sencillamente para llegar a mi destino. Y hoy he encontrado ese lugar al que quiero ir y lo más importante, alguien que me impulsa a seguir pedaleando sin importar el clima, ni los obstáculos que se presenten. Sobrepasando aquellas curvas peligrosas, los caminos elevados, los pasos agrietados.

Ha sido el mismo camino el que me ha enseñado a dosificar mis fuerzas. No puedo gastarme en el camino plano. Porque sé que vienen caminos elevados que exigirán lo mejor de mí. No solo fuerza sino resistencia. Porque no es el primero que llegue, es saber llegar. Esto no es una competencia. Es demostrarse a sí mismo que cada día se puede entregar un poco más. Y al final completar cada etapa.

El camino será largo, estará dividido por etapas y en todas demostraré el mismo entusiasmo. Porque sé que al final de cada etapa estará ella como recompensa. Estará en el podio esperándome. Porque no esperará menos de mí. Esa es la fuerza que logrará que siga pedaleando. 

Será un camino sin fin. No dejaré de pedalear. Si lo hago se alejará. Ella y la meta. Ella y el camino. Y sé que no esperará en la puerta de atrás. Esa por la que se retiran los perdedores. Por eso llegaré a mis límites, porque sé que cada día puedo ser mejor. Sin embargo el temor de caerme estará siempre presente. El camino no es recto. Habrán momentos en que la lluvia y el viento estarán en contra mío. En otras ocasiones será el sol inmisericorde el que me agotará mucho más rápido. Y en otras oportunidades serán las lesiones las que podrán reducir mi velocidad. 

Y si me caigo me levantaré de nuevo. No me quedaré esperando la lástima de los demás. Seguiré mi camino, lo único que tengo. Y prometo que pedalearé hasta mi último aliento, porque tengo la certeza de que en la meta ella estará para darme el suyo. El mismo aliento que hoy en día es la razón por la cual respiro. 

Ascenderé por los caminos más elevados y más peligrosos. Con el único fin de llegar a donde ella esté. Porque ella es la meta, es el camino, es el aliento para seguir pedaleando en la vida. 

Cada paso que dé, cada centímetro que avance estará impulsado por ella. Hoy estoy recorriendo un camino duro que a veces supera mis fuerzas. Pero sé que cuento con ella. Y cada esfuerzo valdrá la pena para estar más cerca a ella. Soy un afortunado. Soy un bendecido al encontrar la ruta, la meta y el aliento para pedalear. 

Hoy pedalearé hasta que se me acaben las fuerzas. Esta vez tengo el aliento necesario y sé hacia dónde voy. Voy a recorrer un nuevo camino junto a ella.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Septiembre, tiempo de hacerle el amor a la amistad

Llegó septiembre con su aroma a rosas, su sabor a chocolate y su cara de ponqué, en resumen llegué yo. Atento pueblo, que he vuelto con más fuerza que los groupones de " 2 o 4 noches para dos + desayunos con 50% OFF + yo te pongo ON + zonas húmedas".

Estos 30 días me inspiran para entregarme cual ramillete de fresas dispuesto a que me devoren de un solo bocado. Endúlzame mundo hasta que me dé caries. Hoy me entrego al amor y a la amistad como si fuera el último día de mi vida, pero recordando siempre que mañana es el primer día del resto de mi vida.

Es la época para que saquemos al Timoteo que hay en cada uno, ese vagabundo que busca afectar positivamente la vida de quienes toca. Sin embargo mi propuesta es tocar positivamente a aquellos que me afectan en la vida. Tocaré con la sutileza de una inspección de cavidades con frases como: 
  • Gracias por ser carcajada en el silencio, desorden en la rutina, arco iris en el gris.
  • Cuando quieras dejarme, dímelo y me iré contigo. 
  • Que mis palabras se conviertan en susurro, se transformen en suspiro y te acompañen en tu camino.
Porque he caminado por los senderos más oscuros negando la existencia de los sentimientos, pero hoy soy la luz que ilumina los callejones más oscuros de tu alma. El amor hoy timbra a mi citófono. El amor como la bicicleta, necesita de pedalear y pedalear, manteniendo el equilibrio sino corres el riesgo de caerte y romperte el corazón.

Pienso en ti mientras acaricio estas teclas y compongo este poema, quisiera ser una USB para conectarme a alguno de tus puertos y descargar toda esta energía que hoy me llena. Desearía ser el aire que respiras para convertirme en oxígeno y que me lleves en tu sangre y cuando ya no me necesites, me expulses como el dióxido de carbono indeseado.

Es tiempo de componer como Arjona o Santiago Cruz, al cual visitaré este 22 de septiembre para entregarle todo mi material escrito, con miras a que pueda ayudarle a componer y seguir enamorando a quien corresponda, a quien interese, a quien le toque, a quien yo toque, a quien me toque.

Dejaré que mi mundo se pinte de colores, cambiaré el grisáceo de mi alma por tonos vivos. Saquen los Prismacolor, los Magi Magicolor, doble punta, doble color, que hoy le pondré las rayas al tigre, hoy sí hay función.

Estaba equivocado cuando pensaba que septiembre era una navidad con regalos y sin novenas, era un octubre con dulces pero sin disfraces. Septiembre es tiempo de hacerle el amor a la amistad.

Por ahora me iré con la luna y regresaré con el sol, ansioso de vivir estos días de septiembre bajo el embrujo del amor y de la amistad y ser la estrella que ilumine tu camino querido/a lector/a.