lunes, 26 de noviembre de 2012

Un fallo de país

La Haya falló y Colombia también. Fallamos como país, una vez más. No me quitaba el sueño lo que sucediera con los cayos, andaba tan tranquilo, tan roncador, pero no esperaba que la Corte Internacional de Justicia nos enclavara de la manera más excremental, como diría el senador Gerlein.

Al final, Nicaragua se quedó con más agua. Seamos buenos perdedores y mandémosle a Jorge Barón para que en Managua celebren gritando: "Agüita pa' mi gente".

Somos tan malos perdedores que primero se ataca y luego se ve si se acata el Fallo. Incluso se analiza la posibilidad de retirarse de La Haya. Deberíamos retirarnos del mundo como tal, o eso pensé que estábamos haciendo cuando vi que Colombia se iba a retirar del Pacto de Bogotá. En ese momento pensé que si nos íbamos a retirar de algo debíamos empezar por Bogotá. Yo ya renuncié a esa ciudad, retirarnos todos sería la confirmación que vamos por buen camino. 

Esta ciudad como va es un desastre, es un callo entre cayos gobernado por un gran callo. Por fin estoy de acuerdo con el alcalde, esta ciudad necesita una empresa de aseo, en este caso una pedicura no estaría mal y cortar tanto callo.

Y en un callo es lo que nos estamos convirtiendo con la actitud de no acatar el fallo, de retirarse de la Corte, de no reconocer una decisión inapelable. Con qué autoridad moral se le exigiría a los ciudadanos acatar las leyes, cuando el país no da el debido ejemplo. Algo impresentable en pleno proceso de paz.

¿Para qué decir decir que se incumplió determinado tratado, cuando lo que deberíamos aceptar es que hemos tratado de ser un país y no lo hemos logrado? ¿Para qué hacer "pataleo de ahogao" cuando no hay agua para ahogarnos? En la Haya el único que falló fue Colombia, solo que esta vez el mundo se dio cuenta.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Renuncio a ser bogotano

Bogotá, 1 de noviembre de 2012

Señores
Alcaldía Mayor de Bogotá
La ciudad (a la cual renuncio)

Por medio de la presente renuncio irrevocablemente a mi condición de ciudadano de la capital del país, Bogotá. Los hechos acontecidos en la última semana me llevan a tomar esta determinación. Veo con preocupación que si no soy torero o en en su defecto toro, tanto la Alcaldía y la Corte Constitucional no lucharán por mis derechos, según el caso.

Esta ciudad se ha convertido en un enorme hueco donde los únicos que se mueven libremente son los ladrones. Pero ante todo deseo renunciar al único lugar del mundo donde se sanciona una canción de Paul McCartney por exceso de ruido. Según el proceso que se abrió contra la sociedad Fernán Martínez Communications, los niveles de ruido nocturno se excedieron con la canción Live and Let Die, y la pirotecnia, coros, gritos y aplausos que acompañaron ese momento. Yo estuve allí en ese instante y me declaro culpable de haber excedido los decibeles permitidos. Y lo volvería a hacer.

Sin embargo deseo hacerlo luego de haber renunciado a mi condición de ser ciudadano de Bogotá. Este despropósito que lleva a cabo el Distrito va en contra de mis principios y por ende, a partir de la fecha, dejo de denominarme bogotano.

No quiero generar ruido con esta determinación, no vaya a ser que la Secretaría Distrital de Ambiente abra un proceso en mi contra. Sin embargo, quiero sentar un precedente y que se escuche mi voz, pero no muy duro, hay que mantener los decibeles en los niveles permitidos. Tal decisión polémica tan solo demuestra que los funcionarios de la Secretaría mencionada son de poco ambiente y más bien les gusta generar ruido.

Siento mucho decepcionar a los ciudadanos de bien que aún seguirán llamándose bogotanos, pero no veo otra salida. Desde que estamos gobernados por el Chómpiras sabía que esta día iba a llegar. Nunca pensé que alguien iba a ganarle en improvisar, pero la Secretaría Distrital de Ambiente lo ha logrado.

Desconozco cómo alguien puede determinar que es exceso de ruido cantar "Live and Let Die". Realmente deberían dejar vivir y morirse. Pero antes disfruten una vez más de ese gran momento, ojalá con audífonos para que no vayan a generar el exceso de ruido que hoy me lleva a renunciar a esta ciudad.