Durante esta administración asistimos a la muestra más grande de ingenio, recursividad y creatividad. Algo solo visto al nivel de un Kínder o un pre transición.
Esta es la historia de un líder que con tan solo plastilina y una máquina de presión tapó varios huecos. Con unos adhesivos y marcadores logró completar la flota de SITP provisionales.
Y entonces le dieron una crayola, pintó unas cuantas líneas en la calle y las llamó las ciclorrutas para el cambio climático. Y con unos bloques amarillos de Lego que encontró protegió a los ciclomotores y bici taxis que se tomaron estas rutas.
Renders y colores fueron usados para suavizar la dureza de nuestras esquinas. Humanizando a punta de Magi, Magicolor, doble punta, doble color.
Fuimos testigos de la proeza de ver cómo alguien durante cuatro años, con la misma habilidad de alguien de cuatro, se atrevió a saltar esa delgada línea entre la recursividad y la chambonada. Y no sólo rebasó el límite. Lo borró por completo, fue más allá y se perdió en su propio egocentrismo.
Hoy este progresista se está graduando con honores por una gestión más cercana a un proyecto escolar que el de una administración de una ciudad.
Así nos deja una Bogotá donde la exaltación de la condición humana es que se puede improvisar y errar al tiempo, pero al final las condiciones de la chambonada están completas porque lo que importa es cumplir por cumplir.